

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se proyecta que casi 500 millones de personas desarrollarán enfermedades cardíacas, obesidad, diabetes u otras enfermedades no transmisibles (ENT) atribuibles a la inactividad física entre 2020 y 2030.(1)
Los hábitos de alimentación son también un factor de riesgo, siendo uno de los más nocivos la ingesta excesiva de sodio, a la que se le atribuyen 4.1 millones de muertes al año. (2)
El movimiento es natural en los seres vivos. Durante el proceso de envejecimiento, nuestras funciones vitales pierden gradualmente su eficiencia y esto se incrementa si no practicamos la actividad física como hábito de vida saludable. Así también, una alimentación saludable es fundamental, orientada en las características de cada persona, puede ayudar a reducir la aparición de enfermedades y mejorar la calidad de vida.(3)
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la actividad física como cualquier movimiento corporal intencional producido por la contracción de los músculos esqueléticos que determinan un gasto energético. (4)
Por ello, para los adultos se recomienda:
Es fundamental adoptar la actividad física y la alimentación saludable como parte de nuestra rutina diaria. Para lograrlo, es recomendable realizar más actividad física de forma individualizada y progresiva, acompañado de una dieta adecuada y supervisada por especialistas en preparación física y por un nutricionista dietista.
Bibliografía