Día Mundial de la Tuberculosis

El 24 de marzo, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el Día Mundial de la Tuberculosis para concientizar a la población sobre las graves consecuencias sanitarias, sociales y económicas que produce esta enfermedad, más aún en el contexto de la pandemia por la covid-19.

En todo el mundo, la tuberculosis es la decimotercera causa de muerte y la enfermedad infecciosa más mortífera por detrás de la Covid-19 (por encima del VIH/Sida). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un total de 1,5 millones de personas murieron de tuberculosis en 2020 (entre ellas 214,000 personas con VIH).

Descubierta en 1882 por Robert Koch, médico y microbiólogo alemán, se trata de una enfermedad muy grave caracterizada por la pérdida de peso, falta de apetito, tos con sangre, debilidad, dolores en el pecho, fiebre, radiografía de tórax anormal y hemoptisis. La tuberculosis a través de la historia ha sido un problema de salud, considerada la principal causa de muerte entre las enfermedades infecciosas.

En el Perú, en 1942, el entonces presidente José Luis Bustamante y Rivero decidió hacer un hospital solo para tuberculosos. La construcción demoró varios años y en 1949 lo inauguró el presidente Manuel Odría en el fundo Bravo Chico para 1000 enfermos, con grandes jardines y glorietas hechas por los propios empleados del hospital para que los enfermos recibieran a sus familiares sin entrar a los pabellones y así protegerlos del contagio. Este recinto recibió el nombre de Hospital Hipólito Unanue.

El hospital se caracterizó por la buena comida que ofrecían diariamente, por tener iglesia y sacerdote para atender a los enfermos, pero sobre todo por sus tratamientos de recuperación de los pulmones con cirugías extraordinarias. Llegaban médicos de distintos países para aprender de los médicos peruanos.

En la batalla contra la tuberculosis es muy importante la alimentación y las condiciones sanitarias; y para una adecuada recuperación del paciente se necesita el compromiso y la responsabilidad del entorno familiar.

La bacteria logra desarrollarse con mayor facilidad en condiciones de desnutrición, por lo que para aumentar las defensas se deben mejorar los consumos de los diferentes nutrientes, sobre todo de proteínas, lo cual ha sido siempre el mayor reto para las poblaciones afectadas.

Es importante, además, cubrir los requerimientos de aquellos nutrientes que nos proporcionan las frutas y verduras, porque el agua, las vitaminas y minerales que contienen, intervienen en casi todas nuestras reacciones de defensa.

Una adecuada y equilibrada alimentación permite prevenir y combatir muchas de estas enfermedades infectocontagiosas. Educando a nuestra población, podemos contribuir a tomar conciencia de la importancia de ello para nuestra salud.


Autor: Teresa Blanco, asesora de la Carrera de Nutrición de la USIL.