Cuando nos enfermamos nuestra prioridad es cuidarnos para que nuestro cuerpo regrese al estado de salud en el que nos encontrábamos previamente. Para ello, hacemos una diversidad de cosas que contribuyan a este proceso, cuidamos nuestra alimentación, descansamos, e incluso tomamos pastillas a recomendación de nuestro médico tratante hasta que el problema haya sido superado.
Al aplicar todas estas estrategias lo que estamos haciendo es tratar de fortalecer nuestro sistema inmunológico para que se haga cargo de la situación difícil que estamos atravesando. Y es que este es definido como un conjunto complejo de órganos, células y proteínas que trabajan incansablemente para luchar contras las amenazas internas y externas que atacan nuestro cuerpo, y así cuidar nuestra salud. Sin embargo, un aspecto que muchas veces queda relegado cuando hablamos de fortalecer nuestra salud es la importancia que cumple la parte psicológica.
A nivel mundial ha sido sumamente estudiado cómo diversas situaciones evaluadas como estresantes pueden llegar a afectar la salud de las personas y, por ende, su sistema inmunitario. El fallecimiento de un ser querido, un divorcio, la pérdida del empleo, entre otros, pueden llegar a impactar en diferente medida a cada uno de nosotros y llevarnos a experimentar a nivel emocional sensaciones percibidas como desagradables.
No obstante, a diferencia de lo que usualmente se cree, el hecho de querer evitar sentir o eliminar alguna emoción calificada como “negativa” (tristeza, ira, miedo, etc.), para en su lugar experimentar emociones “positivas”, puede llegar a ser contraproducente, pues la función de las emociones es adaptarnos a la situación y comunicar el estado interno que estamos experimentando a nuestro entorno para recibir una respuesta congruente.
El experimentar emociones “positivas” o “negativas” puede ser beneficioso para nuestra salud, siempre y cuando su expresión sea regulada. Así, por ejemplo, se ha determinado que el expresar emociones calificadas como “negativas” ha estado ligado a un menor riesgo de infarto al miocardio y accidente cerebrovascular; mientras que el suprimir la experiencia emocional ha estado asociado a un incremento del riesgo cardiovascular.
De la misma manera, las personas que se permiten experimentar genuinamente emociones “positivas” como la alegría a través de la risa, pueden llegar a ver fortalecido su sistema inmune a través del incremento de anticuerpos o la reducción de la secreción de cortisol, hormona asociada al estrés crónico.
Por ello, es indispensable que seamos conscientes cada vez más que las emociones no son buenas ni malas, y que cumplen con una función de vital importancia para el cuidado nuestra salud integral, por lo que debemos aprender a regularlas y expresarlas adaptativamente.
A continuación, te brindamos algunas recomendaciones:
Bibliografía: