Independientemente de nuestra cultura, sexo, raza o país, todos en algún punto de nuestra vida hemos llegado a experimentar ansiedad. Sea cuando hemos tenido que rendir un examen importante, pasar por una entrevista de trabajo o hablar por primera vez con la persona que nos gusta, la ansiedad estuvo presente y desapareció cuando el evento o situación que la desencadenó terminó.
Pero en ocasiones la ansiedad no se va, pudiendo llegar a ser muy intensa, duradera y a presentarse cada vez más con mayor frecuencia, al punto de convertirse en un problema que puede devenir en un trastorno de ansiedad. Este tipo de trastorno es uno de los problemas asociados a la salud mental más comunes, alcanzando a 301 millones de personas alrededor del mundo en el año 2019 y sufriendo un aumento de aproximadamente 25 % en su prevalencia a raíz de la pandemia por la covid-19 en el primer año de esta.
Ansiedad como miedo al miedo
Por eso, cuando comenzamos a darnos cuenta de que estamos experimentando los síntomas de la ansiedad, los cuales no son muy agradables y generan en nosotros malestar e incomodad, nuestro primer impulso es querer deshacernos de estos porque no queremos sentirnos así. Frente a ello, ponemos toda nuestra energía, tiempo y esfuerzo para evitarla o eliminarla, con tal de sentirnos bien nuevamente.
Así, nos repetimos frases positivas, debatimos con nosotros mismos acerca de la veracidad de los pensamientos, buscamos distraernos y mantenernos ocupados, todo con la finalidad de no pensar ni sentirnos de esa manera. Y, aunque en un principio estas estrategias pueden parecer que cumplen su objetivo, ¿cuánto tiempo, energía, y esfuerzo hemos empleado en deshacernos de esta?, ¿cuán efectivo ha sido esto a largo plazo?, ¿es que acaso luego de hacer todo esto, los pensamientos y sensaciones desaparecieron para nunca más volver? ¿o simplemente se fueron por un momento para luego regresar igual o con más fuerza?
Ansiedad una emoción natural
Querámoslo o no, la ansiedad es una de las tantas emociones que experimentamos como seres humanos; sin embargo, también es verdad que la forma en cómo se presenta en nuestro cuerpo no es la más reconfortante, por lo que muchas veces ante su presencia tratamos a toda costa de evitar sentirla, pues es natural que busquemos las cosas o actividades que nos produzcan mayor sensación de placer y bienestar.
No obstante, no debemos olvidar que la ansiedad al ser una emoción se da como consecuencia de nuestra interacción con el mundo, no se puede apagar ni prender, no es buena ni mala y cumple una función en nuestra vida, la cual es ayudarnos a hacer frente a situaciones potencialmente peligrosas, fungiendo como un mecanismo de alarma que contribuye a nuestra supervivencia. Así, el experimentar ansiedad nos puede ayudar a planear acciones para cuidar nuestra integridad, proteger nuestra salud, empleo o bienestar familiar.
Por ello, es importante que aprendamos a relacionarnos con esta de manera adaptativa, a fin de que no nos enfrasquemos en una lucha constante y desgastante por tratar de eliminarla, sino por el contrario podamos enfocar todo ese esfuerzo, energía y dedicación en acciones que nos vayan acercando a lo que realmente es importante y valioso en nuestras vidas, las que muchas veces hemos dejado de lado.
A continuación, presentamos algunas recomendaciones para que podamos aprender a relacionarnos con la ansiedad de forma más adaptativa:
Bibliografía: