Construyendo mi propósito: la mejor versión de mí

Cada 31 de diciembre, durante los últimos momentos del año, la mayoría de las personas estamos acostumbradas a realizar una serie de cábalas (comer 12 uvas, salir corriendo con maletas, llenarnos los bolsillos con lentejas, vestir ropa de determinado color, entre otros) y plantearnos una serie de propósitos (ahorrar, viajar, consolidar una relación de pareja, comenzar a hacer ejercicio, iniciar una dieta, dejar de beber, ser mejor estudiante, etc.) a fin de comenzar el año siguiente con nuevas metas e ilusiones renovadas.  

Sin embargo, pasado un tiempo, vemos que esta motivación y ganas con las que iniciamos el año poco a poco se van desvaneciendo. Nuestras metas o propósitos se van quebrando, quedando en el olvido, al punto de dejar de ser una prioridad para nosotros. Lo cual nos lleva a preguntarnos: “¿Qué es lo que pasó?, ¿Por qué no pude cumplir con ese objetivo que me propuse al inicio de año?, ¿Es que acaso este/os no son los suficientemente importantes para mí?”.

Más allá de la motivación…

Cuando no llegamos a cumplir las metas o propósitos que nos planteamos, muchos de nosotros solemos creer que quizás no tuvimos la motivación suficiente o que quizás no lo intentamos con las fuerzas necesarias y que por eso apareció la flojera, la desidia, el aburrimiento, llevándonos a no cumplir lo que queríamos inicialmente.

No obstante, la realidad es que pasar por este tipo de situaciones, en donde experimentamos estas sensaciones desagradables que fungen como barreras para alcanzar nuestros objetivos, es algo normal que experimentan todos los seres humanos, no somos robots programados para trabajar 24/7 y no sentir nada, y es que incluso las personas que podamos ver como “súper motivadas” y que “siempre” alcanzan lo que se proponen, también pueden llegar a experimentar este tipo de sensaciones desagradables.

Por ello, si bien es cierto que la motivación es un activo relevante para poder hacer las cosas que nos proponemos, también van a haber momentos en los cuales la motivación no esté presente o su intensidad no sea la que nos gustaría, pero esto no quiere decir que nuestras metas u objetivos no sean importantes. Más bien, es en estos momentos en los cuales nosotros debemos de tratar de reconocer aquello ulterior por lo cual nos planteamos estos objetivos, es decir, buscar identificar y conectar con eso que subyace a mi propósito y que lo hace importante para mí.

Y ¿cómo lo hago?: Sintonizando con lo importante en mi vida

Para ello, algo que nos puede ayudar a reconocer esto en nuestras metas u objetivos son una serie de preguntas, como las siguientes:

  •  “¿Qué es esto importante en mi vida por lo cual vale la pena seguir adelante?”
  •  “¿Cuál es el fin último por el cual nos hemos animado a proponernos estas metas?”
  • “¿Qué tipo de persona quiero ser (cómo quiero comportarme) mientras cumplo esta meta propuesta?”

Por ejemplo:

  • Si la meta o propósito que me puse fue “pasar más tiempo con mi hijo/a”, vale la pena preguntarme “¿cuál fue el fin último por el cual me animé a ponerme esta meta?”, y así descubrir que quizás lo que me animó, y me importa realmente, era ser un buen padre/madre y estar presente para mi hijo/a.
  • Si mi meta o propósito fue “ser una mejor pareja”, es importante que clarifiquemos qué es para mí esto; es decir, “¿cómo quiero comportarme con mi pareja?”, y probablemente identificar que para mí “ser una mejor pareja” implica ser más cariñoso/a, tolerante, etc., y a partir de esto poder poner metas más concretas que me acerquen a ser este tipo de persona.

Entonces, ¿cómo podría aprender a vivir en sintonía con la persona que deseo ser y poder cumplir con mis metas u objetivos propuestos?

  1. Identifica qué es lo importante en ti: El primer paso antes de poner nuestras metas u objetivos es darnos cuenta de qué es lo que subyace a esto que queremos conseguir; es decir, preguntarnos ¿al servicio de qué está?, ¿qué persona queremos ser (comportarnos) mientras lo conseguimos? Por ejemplo: quiero ser una persona responsable académicamente.
  2. ¿Qué acciones concretas te pueden acercar a esto que es importante para ti?  Acto seguido debemos tratar de identificar aquellas acciones que me pueden ayudar a acercarme a esto que es importante para mí. Por ejemplo:  estudiar, estar atento en clases, participar activamente, cumplir con mis trabajos a tiempo, etc.
  3. Divide estas acciones en pequeños pasos. El tercer momento es que podamos seleccionar una de esas acciones generales y pasemos a dividirlas en acciones más pequeñas, concretas y significativas, que nos acerquen a eso que realmente queremos. Por ejemplo: si escogiera “estudiar”, preguntarme ¿qué debo hacer para estudiar eficazmente?, y definirlo en pasos más pequeños, “definir un horario de estudio”, “un ambiente propicio”, “contar con apuntes del tema a repasar”, etc.
  4. Da un paso a la vez. Finalmente, el último paso es que esas acciones pequeñas las transcribamos en forma de metas específicas, adaptativas, significativas y enmarcadas en el tiempo. Por ejemplo: “todos los miércoles a las 4.00 p.m., por una hora, voy a repasar mis apuntes del curso <<X>>”, etc.

No olvides, que si bien es cierto que las fiestas de fin de año pueden ayudarnos a poner nuestros propósitos para el año que comienza, cada día nosotros somos quienes construimos la versión que queremos ser, y cada día podemos tratar de ser la mejor versión de nosotros mismo.